viernes, 18 de febrero de 2011

La fuerza del pueblo en las calles


Como cierto personaje nefasto de la historia argentina, él también escapó en helicóptero. A diferencia del primer sujeto, que gobernó por 2 años, este último estuvo en el poder casi 30 años. A los dos -Fernando De la Rúa y Hosni Mubarak- los tumbó la enorme fuerza de grandes movilizaciones.

El origen de estas históricas revoluciones que se están dando en el norte de África y en algunos países de Medio Oriente tiene lugar en diciembre de 2010, hace dos meses, cuando el tunecino Mohamed Bouazizi, cansado de tener que pagarle coimas a la policía para mantener su puesto callejero de venta de frutas, se quemó a lo bonzo. El pueblo tunecino se hizo eco del accionar de Bouazizi y salió masivamente a las calles a reclamar mejores condiciones de vida, empleo y cese de las subas en los precios de alimentos.

Las fuerzas de seguridad tunecinas reprimieron las protestas del pueblo, conocidas como la Revolución de los Jazmines, y causaron 66 muertes, desde el 17 de diciembre -día en que se quemó Bouazizi- hasta el 14 de enero, día en que finalmente renunció el presidente Zine El Abidine Ben Ali, que ocupaba el cargo desde 1987.

El efecto de la caída del presidente tunecino hizo eco en Egipto, donde Hosni Mubarak, de 82 años, gobernaba desde hacía casi 30 años. Aliado clave de los Estados Unidos e Israel en la región, no pudo soportar la presión que ejerció la población movilizada en las calles y concentrada en la Plaza Tharir, exigiendo, al igual que en Túnez, mejoras en la calidad de vida. Sin embargo, la voluntad popular de los egipcios fue mucho más allá de sus reclamos: durante 18 días ininterrumpidos colmaron la principal plaza del El Cairo, enfrentaron a militantes oficialistas que intentaron reprimirlos de modo violento y lograron su cometido: tumbaron al presidente que ostentaba el poder hacía casi 3 décadas.

Lejos de ser un peligro para el mundo occidental, las rebeliones que se suceden en Argelia, Mauritania, Jordania, Yemen y ahora propagadas en Bahrein y Libia -donde gobierna Muammar Al-Gaddafi desde hace 41 años-, instauran un nuevo panorama: cansados de los poderes absolutos y autoritarios, los pueblos se sienten en su derecho de exigir democracia, elegir a sus representantes y sentirse protegidos por el Estado. Ya era hora.

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